Síndrome de Hubris o la intoxicación del poder

Escuché algo en una entrevista televisiva a un afamado neurólogo argentino. Advertí que no se trataba solamente una especulación y de las frecuentes críticas que dirigimos a los políticos, en particular a los que ejercen el poder. Había sido una patología severa estudiada por la ciencia médica en sus orígenes, síntomas, posibles efectos en la salud pública y demás características. Tal descubrimiento da pie al presente comentario inspirado exclusivamente en el afán de compartir, sin malicia y sin ninguna pretensión erudita.

Comencemos por el el término “síndrome” que proviene del  griego, y significa “concurso” en el sentido de reunión. El síndrome se utiliza  en  medicina para referirse a una condición determinada de salud (o de falta de ella), por la confluencia (reunión) de varios síntomas o señales que pueden ser observables o no a simple vista. Por lo tanto, síntomas que pueden ser fisiológicos o psicológicos.

“Un síntoma es una señal que se da en el organismo, en conjunto con otras o no y que aparecen por una anormalidad en la salud. Padecer un síndrome no significa estar enfermo, pero sí plantea un estado patológico determinado, o varios”.

Hay una inmensa variedad de síndromes que pueden provenir de herencia genética, de mutaciones en los genes o en factores externos imprevisibles. Entre todos ellos se pueden distinguir los psicopatológicos o psicológicos que afectan a la “psique” de los individuos y que pueden ocurrir en cualquier momento de la vida, por causas difíciles de especificar. Estos síndromes son valorados y atendidos por profesionales de las ramas de la psicología y la psiquiatría.

Preferible dar la palabra a los especialistas: El término hubris (también hybris o hibris) proviene igualmente del griego y hace referencia a la desmesura y soberbia de las personas. Quien lo padece se caracteriza porque: Es prepotente. Tiene ideas fijas preconcebidas y rechaza posturas que no sean afines a sus ideas. Conducta narcisista (excesivo amor propio). Es incapaz de cambiar de conducta. Ego desmedido.

Este síndrome lo padecen sujetos que están en el ejercicio del poder. Por esto, es muy frecuente que se dé en el mundo de la política, pero también en empresarios, directivos, militares, etc. Según el neurólogo y político David Owen (escribió entre otros un libro sobre el presidente George W. Busch y el premier británico Tony Blair): “Las presiones y la responsabilidad que conlleva el poder terminan afectando a la mente”.

Sobre las causas dijo Owen: El poder no está en manos siempre del más capaz, pero quien lo ostenta así lo cree y termina comportándose de manera narcisista y prepotente. Ello implica: Inmadurez psicológica. Formación cultural pobre. Personalidad subjetiva. Carácter emocional particular, seguramente ávido de afectividad. Desarrollo humano frágil y en difíciles circunstancias.

Sobre los síntomas anotó: Desaire por los demás. Orgullo desmesurado. Exceso de confianza en sí mismo, que le hace ser impulsivo e imprudente. Falta de atención a los detalles. Constante impaciencia. Sentimiento de superioridad. Preocupación exagerada por la imagen, lujos y excentricidades. Creerse insustituible. Desprecio por la opinión y consejos de los demás. Sin escrúpulos para vencer al rival. Alejamiento de la realidad.

Desde el punto de vista psiquiátrico, el Síndrome de Hubris como tal, no existe. Pero sí se dan estos síntomas en personas que han adquirido poder de cualquier tipo y carecen de las condiciones psíquicas adecuadas para gestionarlo. Cuando la persona cesa en su cargo de poder puede afectarle un cuadro depresivo, pero paulatinamente los síntomas desaparecen.

¿Entonces, existe tratamiento y tiene cura el Síndrome de Hubris?

Afortunadamente sí. Sólo se necesita una gran dosis de humildad y un serio esfuerzo para retornar a la realidad.