Santa Cruz: ¿hay detrás una conspiración?

Hace 20 años, dos historiadoras publicaron la investigación conjunta subtitulada: Una mirada histórica al problema de las conspiraciones en Bolivia (Tras las huellas del poder, Cuaderno de Futuro Nº 14, PNUD-Plural, La Paz, 2002).

Las autoras, Ximena Medinaceli y María Luisa Soux, sostienen que resultaba difícil admitir entonces que exista asentada en el país una “cultura de la conspiración” dado que no había normas transmitidas y socializadas que unan a un conjunto de personas. Sin embargo, dicen ellas, da para pensar el rol activo y frecuente que tuvieron las conspiraciones, tanto en los cambios políticos operados como en los climas de inestabilidad creados por los grupos opositores artificialmente, o a partir de hechos reales, a lo largo de los siglos XIX y XX. Hubo de todo: conspiraciones para cambiar equipos en el poder; para aprobar nuevas constituciones; para proteger o afianzar intereses familiares o de grupo; con o sin hilos digitados desde el exterior; con o sin trasfondos ideológicos y también conspiraciones inventadas para justificar la represión (como el Plan Zafra Roja, bajo la dictadura de Banzer).

Qué interesante sería que las dos destacadas historiadoras retomasen el tema, para abrir el debate extendiéndolo a las dos últimas décadas, periodo en el cual se dieron acontecimientos memorables, como los cercos campesinos aymaras, las “guerras” del agua y del gas, la estrepitosa caída del último gobierno neoliberal, la llegada de Evo Morales al gobierno a través de elecciones, su derrocamiento en 2019, el cambio de élites en el poder, la nueva Constitución, los avances y retrocesos en la construcción de una nueva institucionalidad democrática, así como otros aspectos.

¿Qué tanto tuvieron que ver en estos sucesos las estrategias conspirativas de unos y otros?

A fines del siglo XIX y comienzos del XX, el eje central del país se trasladó de la señorial ciudad de Sucre, sede de la oligarquía de la plata, a la pujante y comercial La Paz, vinculada al negocio del estaño. Nadie puede negar que ahora el traslado del eje del poder es hacia Santa Cruz, en lo económico y demográfico y será cada vez más gravitante en lo político.

Los únicos que parecen ciegos o cuando menos peligrosamente miopes ante esta realidad son los actuales dirigentes “cívicos” cruceños. En vez de construir un liderazgo incluyente que abarque al conjunto del país y sus diferentes regiones, se refugian en un regionalismo provinciano de tintes separatistas y racistas heredado de siglos pasados, se identifican con las nuevas expresiones de la ultraderecha internacional (estilo Trump o Bolsonaro), desempolvan viejas campañas anticomunistas de la Guerra Fría, usan descaradamente los sentimientos religiosos de la gente, siembran el miedo mediante acciones terroristas, fabrican y difunden noticias falsas valiéndose de las nuevas tecnologías. Y, lo más grave, desataron en la ciudad de Santa Cruz un paro indefinido de más de un mes con cambiantes pretextos y con un brutal impacto todavía difícil de apreciar. En ese trajín fueron descubriendo poco a poco las cartas que llevaban bajo la manga, el Censo era lo de menos, el objetivo que buscaban y seguirán buscando es debilitar al Gobierno y si no pueden derrocarlo, crear las condiciones para discutir las relaciones de Santa Cruz con el Estado, lo que supone que no se sienten formando parte de él. Es dable preguntarse si los sectores empresariales productivos, aquellos que abastecen el mercado interno e incluso exportan diversidad de productos, secundan esas aventureras e irresponsables posiciones, toda vez que sus intereses podrían colisionar con las situaciones que seguirá creando el dúo Camacho- Calvo. Que nadie se llame a engaño, el conflicto va a continuar porque forma parte de una vasta conspiración con extensas y complejas ramificaciones. Se va a requerir no solamente mucha habilidad y tino, sino también mucha firmeza en defensa del sistema democrático, amenazado por el fascismo y, en resguardo de la integridad territorial, acosada por el separatismo golpista. La clave del éxito será la capacidad del bloque democrático para aislar a esta dirigencia, apartándola de la gran base social que ahora es aún capaz de arrastrar.

Carlos Soria Galvarro es periodista.