Recordatorio: imagen de una persona que ha consagrado la totalidad de su vida a una causa vital

Las obras de carácter autobiográfico —como ésta de Carlos Soria Galvarro que ahora comentamos—, aunque de modo general tienen como meta recoger el testimonio evocativo del propio autor, suelen avanzar por muy distintos senderos y formas: desde la narracion de hechos realizados o sufridos por el personaje mismo (la autobiografia propiamente dicha), los diarios de vida (que son muy abundantes), la testificación de hechos por propia motivación o a pedido de terceros; los “retratos” de otros; las “memorias” sobre ciertos procesos o acontecimientos, etc. No faltan, ciertamente, obras “teóricas” (o esbozos de obras “teóricas” sobre la materia, como el proyectado libro de José Antonio Arze, Técnica de la autobiografía, del cual hay algunos borradores en su archivo.

Libros de esta clase, como muchos otros, pueden ser el resultado de una sistematización previa (tal, por ejemplo, la Autobiografía del General José Antonio Páez, orgánicamente concebida, sin que ello perjudique el vibrante efecto de su lectura; o la de Benjamín Franklin, que comienza como una epístola dirigida a su hijo. Otros, en cambio, se forman como quien diría de por sí, con al acopio de piezas sueltas reunidas por su autor. Tal el caso de esta obra de Carlos Soria Galvarro.

En realidad, todos los libros de este autor(o casi todos) tienen como rasgo comun el aliento testimonial o autobiográfico. El primero, Con la revolución en las venas, que forma parte de los aportes iniciales de Ediciones Roalva (en el año 1980) es el testimonio de su experiencia como habitante de un centro minero y activo periodista radial adscrito al mundo sindical laboral en los años de una de las más fuertes dictaduras de corte fascista como fue la del Gral. Hugo Banzer Suárez. Poco tiempo después apareció el famoso libro de James Dunkerley Bolivia, la rebelión en las venas (1984), y no sé a ciencia cierta, hasta ahora, si la similitud de títulos fue algo casual o si el elegido por el autor estadounidense estuvo inspirado en el opúsculo de Soria Galvarro.

Con posterioridad, Carlos Soria Galvarro publicó testimonios vívidos de sus vivencias como confinado o desterrado político, siendo el más famoso su ¡Vista al mar…!, con motivo de su apresamiento y confinamiento bajo la dictadura del Gral. Luis García Meza.

El Recordatorio que acaba de poner a disposición de los lectores presenta la imagen de una persona que ha consagrado la totalidad de su vida a una causa vital: la revolución y su trayectoria militante, primero, como miembro y dirigente de la Juventud Comunista de Bolivia (JCB), de la que ininterrumpidamente fue uno de sus más altos dirigentes, hasta su promoción al Partido en 1971 y aun tiempo después. Toda su familia tenía vínculos de militancia y/o de simpatía con el movimiento comunista y su hogar fue siempre hostería o asilo de varios camaradas. Esta circunstancia reforzó sus contactos con inumerables dirigentes del Partido en escala nacional e internacional. Pero no solo contactos… Su vida fue una intensa e inmensa guerra política. Los trece capítulos o testimonios del Recordatorio demuestran esta asersión. Muy pocos compitieron con él en esta fraternal carrera y, entre los más cercanos, por cierto Ramiro Barrenechea…

Voy a detenerme brevemente en el testimonio sobre la ЦКШ – Tse-Ka-Sha (Центральная Комсомольская Школа, Escuela Central del Komsomol), así conocida cuando Carlos Soria Galvarro hizo estudios allá por 1964) y después, (en todo caso antes de 1971), como la ВКШ – Ve-Ka-Sha (Высщая Комсомольская Школа, Escuela Superior del Komsomol), cuando me tocó el turno en un papel combinado de salud y estudios. Esta Escuela puede ser inscrita en la amplia red de centros de capacitación política que los partidos comunistas y socialistas tenían en todas partes. Para el caso de Bolivia, las más próximas fueron las Escuelas de Cuadros del Partido Socialista y del Partido Comunista de Chile, donde, entre muchos otros revolucionarios, sentaron plaza algunos jóvenes piristas, Sergio Almaraz, entre ellos, que después se alejarían del PIR para fundar el Partido Comunista. Para la gente joven (pues el Partido tenía otra escuela propia en Moscú) la ЦКШ o la ВКШ era concebida (siempre en voz baja) como una especie de culminación de la formación ideológica, con tres materias centrales: Filosofía, Economía Política e Historia del PCUS (e incluida o adosada, a esta última, la teoría de la táctica y estrategia politicas del proletariado) y numerosas sesiones sobre temas diversos de carácter sociológico, histórico, testimonial, etc.

Por encima de lo anecdótico, bien vale la pena subrayar, como lo hace Carlos, el entorno político de estas experiencias. Cuando Soria Galvarro asistió a la ЦКШ, la crítica al culto de la personalidad de Stalin promovida por Jruschov estaba en su auge y, según nos cuenta, los textos de estudio eran principalmente los manuales oficiales del Partido y de la Academia de Ciencias de la URSS; cuando once años después viví la experiencia, gobernaba Brezhnev símbolo del neostalinismo (aunque formalmente el antistalinismo seguía vigente, las obras de Stalin eran por lo general silenciadas, aunque no prohibidas); nuestras lecturas didácticas eran fundamentalmente los textos clásicos o medianamente clásicos de Marx, Engels y Lenin. Conozco a muy pocos compañeros que cursaron en esta Escuela y no sé cuantos de ellos se mantuvieron fieles en las trincheras de la revolución o por lo menos cerca de ellas. Y tampoco sé quienes y cuántos cumplieron el papel de “correa de transmision” de los saberes políticos en el interior de la Jota y del Partido.

Quienes hace medio siglo éramos jóvenes aprendices políticos, hoy somos octogenarios sobrevivientes de la lucha revolucionaria. El neoliberalismo (arrollador en su momento) y la frustrada reconstrucción (o perestroika) y, como fruto suyo, el desmoronamiento del mundo socialista, fueron para nosotros recios golpes políticos. Pero aun tenemos la fuerza para contribuir con un pequeño grano de arena a la revolución que esta recorriendo de nuevo el camino de la esperanza socialista de la humanidad.

José Roberto Arze.

6-VIII-22.