Memoria sí, pero sin distorsiones disparatadas

A muchos nos alegró el anuncio de que se dedicaría un espacio especial para un memorial sobre las luchas sociales en el nuevo edificio de nueve pisos de la Federación de Trabajadores Mineros de Bolivia (FSTMB), construido en el sitio donde se ubicaba el inmueble que las dictaduras militares bombardearon y luego demolieron, con el claro intento de borrar de la memoria colectiva el destacado rol desempeñado por los trabajadores de las minas, columna vertebral de los movimientos sociales a lo largo de una buena parte del siglo anterior. Lamentablemente, no se ha sabido que el proyecto esté en vías de concretarse y, al contrario, hay señales negativas que mostrarían que los actuales dirigentes de la FSTMB tienen otras prioridades, muy alejadas de la misión de recopilar, preservar y trasmitir a las nuevas generaciones esa memoria. Desconocemos si el proyecto está siendo diseñado y si cuenta con la participación de instancias académicas como la Carrera de Historia de la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA), la Universidad de Siglo XX y otras.

De hecho, un punto de partida inobjetable para impulsar esa labor es lo que viene haciendo el Sistema de Documentación e Información Sindical (SIDIS) y lo que parecería su brazo operativo, el Instituto de Promoción y Asesoramiento Minero (IPAM). Cabalmente el presente comentario está motivado por una reciente publicación suscrita por IPAM pero cuyo derecho de autor (copyright) es SIDIS. Contiene textos compilados por Fernando Luis Ríos.

El pensamiento político de Edgar ‘Huracán’ Ramírez Santiesteban titula el libro de 92 páginas. En una primera parte están: un documento sindical en cuya redacción Edgar tuvo una intervención preponderante, la Tesis Política aprobada en el XXXII Congreso, (San Cristóbal, diciembre de 2015) y un Saludo revolucionario al pueblo boliviano en ocasión del Día del Minero, publicado en diciembre de 2020. Asimismo, la transcripción de su ponencia un evento de reflexión Bases de una política minero metalúrgica desde el punto de vista de los trabajadores (marzo de 2016), y el proyecto de decreto para refundar Comibol, redactado en 2018 y que, según el compilador, vienen a ser el testamento político de Edgar Ramírez.

En una segunda parte, el libro consigna palabras de homenaje de Fernando Rodríguez, Luis Oporto y José Pimentel. Desafortunadamente, aquí se deslizan afirmaciones que necesitan ser desmentidas. Edgar Ramírez jamás fue un “destacado cuadro en Lubianka y Frunze…, en la escuela de formación de cuadros de inteligencia”. La agudeza y profundidad de sus análisis del panorama internacional eran producto de su conocida dedicación autodidacta y al manejo de la información pública, aspecto en el que se distinguió como gran documentalista y archivista en la última etapa de su vida. Todos los antiguos militantes y exdirigentes del PCB —ya no quedamos muchos— negamos categóricamente la posibilidad de que Edgar hubiera adquirido formación de ese tipo. Su propia vida libertaria y rebelde que todos le conocimos, es el mejor desmentido a cualquier relación con servicios de inteligencia y espionaje que en tiempos del “socialismo real” eran la CIA del otro lado.

Supuestas anécdotas como que Monje se lo presentó en Moscú a Ramón Mercader (el asesino de Trotski) o que el Gorbachov joven fue su guía y le “cargó el maletín” durante una visita a la capital soviética son, ni duda cabe, expresiones festivas, quizá originadas en el espíritu bromista que en ocasiones hacía gala “Huracán”.

Consultamos a Andrey Schelchkov, el mayor especialista ruso en temas bolivianos. Tiene publicados varios libros sobre la historia de Bolivia, además conoció a Edgar Ramírez y valora su monumental trabajo archivístico. Confrontando fechas y cotejando situaciones, llegó a una simple conclusión: todas esas afirmaciones son un disparate. Y le damos la razón.

Carlos Soria Galvarro es periodista.