La educación es un tema de todos

Entrampados como estamos los bolivianos con los temas políticos, económicos y sanitarios, no quedan espacio ni tiempo disponibles para examinar a fondo el tema educativo. Vueltos algún día a la “nueva normalidad”, quizá solo entonces terminemos por darnos cuenta de la gravísima situación de la educación.

Hay que admitir que ya la pandemia nos agarró sumamente atrasados en la utilización de las nuevas tecnologías de información y comunicación, las famosas TIC, con su potencial de auxiliar para los procesos educativos. Si bien hubo avances discretos en la distribución de dispositivos a maestros y estudiantes del sector público, no marchó en paralelo la capacitación para su óptimo manejo, y lo más grave, no se estableció la debida conectividad con la red de redes (la internet), especialmente en las unidades educativas alejadas de los centros urbanos. La escasa producción de material digital por parte de las autoridades educativas en todos los niveles, y es de lamentar, coincide con la falta de creatividad e iniciativa del grueso del magisterio, empeñado como está en continuar en la inercia reivindicativa, como si nada estuviera pasando en Bolivia y en el mundo.

Pero la gravedad deriva no solo del desaprovechamiento de capacidades instaladas, sino del inexorable ahondamiento de las brechas sociales. En efecto, los establecimientos educativos privados mal que bien, con sus respectivas tensiones, logran compensar en buena medida la falta de clases presenciales con clases virtuales. Muchos medios de difusión cuando abordan el tema educativo se refieren únicamente a esos “tiras y aflojas” entre padres de familia y propietarios de colegios.

¿Quién se ocupa con seriedad de lo que está pasando en las aulas del sistema público? ¿A quiénes llegan las clases virtuales? ¿Cuál el balance que se tiene al respecto? ¿Cuánto fue el daño real de la descabellada clausura de la gestión del año anterior? ¿Se justifica el inflexible y prolongado “descanso pedagógico” actual? ¿No será un descanso sobre otros descansos? (a estas alturas ni maestros ni alumnos deben estar muy cansados de hacer tan poco o casi nada). En resumen, la población estudiantil mayoritaria tanto de las ciudades como especialmente de las áreas rurales, que antes ya estaba siendo mal preparada, con la pandemia recibe el mayor peso de los golpes y la disminución sustancial de sus oportunidades. De no hacer nada para rectificar esta cruda realidad, los problemas se agudizarán con el resultado directo de incrementarse la desigualdad social en el país.

Pero, ¿se puede hacer algo? Lo que no tiene que hacerse es contemplar la situación con los brazos cruzados.

El Gobierno debiera adelantarse y atender los reclamos atendibles de los maestros. Priorizar la vacunación de todo el sector. Producir masivamente textos educativos en la Editorial del Estado. Descongestionar la toma de decisiones a nivel departamental y municipal.

Gobernadores y alcaldes deben olvidarse por el momento del cemento y el ladrillo. Proponerse más bien ayudar a recuperar y mejorar la calidad de la educación.

Maestros y maestras no debieran esperar instructivos escritos sobre lo que hay que hacer. Debieran desplegar sus iniciativas recordando a Elizardo Pérez y Avelino Siñani que, por encima de enormes dificultades, aplicaron el principio de que la pedagogía es creación.

Empresas del Estado como Entel y ABE (administradora del satélite), en coordinación con los municipios, debieran poner en marcha lo que dicen haber construido (por lo menos 2.000 telecentros satelitales), en un tiempo breve ninguna comunidad boliviana, por pequeña o alejada que sea, debiera quejarse de no tener conexión a internet y otras telecomunicaciones, un servicio público esencial consagrado como un derecho constitucional.

Por supuesto, comunidades campesinas, juntas vecinales y toda la gama de asociaciones culturales y deportivas tendrían que hacer lo suyo, por todas las vías a su alcance en la formación de bibliotecas-telecentros y la promoción de la lectura.

¿Estamos predicando en el desierto? Tal vez sí… tal vez no.

Carlos Soria Galvarro es periodista.