Centenario de Alicia Terán de Dick

Casi adolescente y a escondidas de sus progenitores enseñaba a leer y escribir a la luz de una vela a pobladores quechuas.

El pasado viernes se cumplió el centenario del nacimiento de Alicia Terán Quintanilla, más conocida en los ámbitos culturales como “de Dick” por su apellido de casada que adoptó desde 1962. La totalidad de su vida consciente la consagró al duro oficio de enseñar.

Casi adolescente y a escondidas de sus progenitores enseñaba a leer y escribir a la luz de una vela a pobladores quechuas en las cercanías de Oruro, su ciudad natal. Fruto de esas tempranas inquietudes fue su primer libro Nuevo método de lectura para las escuelas rurales de Bolivia, publicado en 1944, antes de cumplir ella 24 años, y adoptado como texto oficial en el gobierno de Gualberto Villarroel. El libro se maneja con elementos cercanos a la realidad campesina como papa, oca, llama, poncho y otros, aunque las ilustraciones a cargo de los editores argentinos no resultaron las más apropiadas.

Ya en La Paz, Alicia Terán se incorpora a las campañas de alfabetización que se acentuaron con la revolución del 9 de abril de 1952. Participa en verdaderas batallas campales con familias acomodadas que tratan de impedir que sus «sirvientas» aprendan a leer y escribir (generalmente jóvenes aymaras después nombradas «trabajadoras del hogar»). También por esas épocas, bajo el auspicio de la COB, participa en movilizaciones populares de defensa de inquilinos amenazados por dueños de casa prepotentes y jueces que ordenan desalojos y echan a la calle a familias íntegras.

Paralelamente, desde 1949, por casi dos décadas enseña quechua en las escuelas metodistas de Servicio Social y Enfermería. Más tarde, ingresa al Departamento de Lingüística de la Facultad de Humanidades de la UMSA (1973-1978).

A su primer libro le siguieron Nuestro mar, texto de lectura escolar (1969); Tarpuy, de enseñanza del quechua (1975); Muju, quechua básico (1979); Ankalli (rebelde), el quechua en ensayos, literatura y traducciones (1994); Ayrampu, jarawikuna (1995); Walaychu, variedades. (1999) y Pensamiento-memoria-recuerdo (2002).

Jubilada del magisterio se radicó en Cochabamba, pero continuó su labor docente esta vez en la Facultad de Enfermería de la Universidad Católica. Y lo más importante, se vinculó con investigadores y amantes de la lengua quechua como Ángel Herbas y Enrique Rocha, con quienes tras titánicos esfuerzos se creó la Academia Regional de Quechua Cochabamba, institución que a lo largo de los años ha contribuido de manera notable al fortalecimiento del idioma nativo.

Cabe mencionar que esa labor pionera de los fundadores se tradujo en decenas de talleres y seminarios donde se discutía con ardor diversidad de temas atinentes al desarrollo del «runa simi». Y también en centenares de modestos pero muy significativos boletines como Ankajj Rijran (Ala de Aguila) o el Quechuajj Qañirin (Pregonero del Quechua), publicaciones que incluían noticias, creaciones literarias, información científica y hasta juegos de palabras cruzadas. Y por si lo anterior fuera poco sostuvieron por varios años el programa semanal Queswanchijta Sayachispa, de 30 minutos, en radio San Rafael.

Dado que el quechua se habla en varios países, no faltó tampoco la concurrencia, siempre a su propio costo, a eventos internacionales en Cuzco, Arequipa y Jujuy. Precisamente en uno de tales eventos realizado en Arequipa, fue homenajeada con el título de Qoya, nominación que ella lucía orgullosa cuando fue nombrada Presidenta Vitalicia de la Academia Regional de Quechua y Ciudadana Meritoria, por el Honorable Concejo Municipal de Cochabamba.

Por todo ello nos quedamos con el aforismo de José Martí, pronunciado en 1883 en homenaje a Washington Irving, literato, periodista y político estadounidense: «El que no sabe honrar a los grandes no es digno de descender de ellos». Honrar honra, pues.

*Es periodista e historiador

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