Sin democracia y pluralismo no hay revolución

En materia de publicaciones ocupan un sitio especial las predicciones sobre el futuro. Analistas e investigadores de diversas ramas intentan aproximarse a lo que puede ocurrir en adelante. Algunos desatan sin límites la imaginación y construyen relatos fantasiosos de ciencia ficción, por lo general augurando situaciones catastróficas para la humanidad y para el planeta en que vivimos. Otros parten de realidades concretas, aplican metodologías de investigación social, hasta cierto punto científicas, y de ahí derivan sus predicciones tentativas.

Éstas, como es natural, no pueden estar al margen de apreciaciones subjetivas de quien investiga, de sus deseos y aspiraciones y de sus propias visiones ideológicas. De ahí que dichas predicciones son apenas probabilidades, a veces se cumplen y otras no. En tal sentido, Anticipaciones: una mirada al futuro de Nuestramérica de Armando Bartra (México, 2015), me parece muy útil para entender lo que ocurre en estos momentos en nuestros países y lo que puede ocurrir en los próximos tiempos (se trata de un texto de menos de 50 páginas que puede ser descargado gratuitamente del sitio www.brigadaparaleerenlibertad.com).

El analista mexicano parte de la constatación que desde 2008 las vacas gordas empezaron a adelgazar, colocando a los procesos transformadores latinoamericanos (“revoluciones comiciales” los llama) en una etapa nueva y muy complicada. Se harán cada vez más difíciles los beneficios sociales redistributivos inmediatos que se practicaron en la fase anterior. Entonces, el reto sería “pasar de revoluciones de bienestar a revoluciones de austeridad”.

Si bien es cierto que están en cuestión el neoliberalismo, el capitalismo y la llamada modernidad, “el derrumbe es en cámara lenta y tiene un desarrollo desigual”, lo cual supone que, a corto plazo, los cambios conducirían a una variante del capitalismo posneoliberal, cuyo abigarrado modelo postulado en la Constitución boliviana sería la “economía plural con protagonismo del Estado y prioridad estratégica de la producción social y comunitaria”.

Bartra admite, sin embargo, que estos procesos no han sido capaces de salir del círculo vicioso del llamado extractivismo, se han desgastado en el ejercicio del poder y han sido afectados por casos frecuentes de corrupción. La derecha, apoyada generosamente por el imperialismo, ha comenzado a reactivarse, recuperando la iniciativa y juega tanto al golpismo parlamentario como a las acciones callejeras y/o electorales, en función de revertir los procesos emancipatorios.

“Al combinarse la estrechez financiera con el cerco político imperial y la ofensiva de la derecha interna, se ve comprometido el pluralismo o se ve comprometida la revolución. Y en realidad se ven comprometidos ambos, porque a estas alturas sin alguna clase de pluralismo no hay revolución que valga”, sostiene.

Y lo más grave, “es posible que crezca la tentación de defender la revolución por otros medios”, por supuesto no pluralistas ni democráticos. “¿Es inevitable, se pregunta, que revoluciones que no se hicieron a tiros tengan que preservarse a tiros?”. Y su respuesta rotunda es que no.

El reto para las nuevas izquierdas radicaría, entonces, en redefinir alianzas, prioridades, ritmos, tiempos, estrategia y tácticas para sostener revoluciones visionarias y radicales pero democráticas y políticamente pluralistas; y construir una ciudadanía activa, dialogante y organizada, capaz de asumir las elecciones y el gobierno de las mayorías, pero también las asambleas y los consensos. En suma, una democracia representativa, pero también participativa o directa. ¿Y cómo andamos por aquí?