Mirada juvenil a la Facultad de Filosofía y Letras

Artículo publicado en el boletín mimeografiado El Tábano  (1968 ¿?). Se trata de una pincelada irónica sobre la antigua Facultad de Filosofía y Letras (hoy Facultad de Hunanidades) cuando funcionaba íntegra  en el Piso 11 del Monoblock de la UMSA, siendo  decano el Lic. Rubén Carrasco de la Vega. El Tábano tuvo una vida muy corta, no más de tres ediciones. Poco tiempo después irrumpió la Revolución Universitaria y arrasó con todo. Hacíamos ese boletín Kori Carrasco, René Poppe, yo (Gongorino) y otras pocas personas cuyos nombres no alcanzo a recordar.

La foto que acompaña este texto (gentileza de Florencia Ballivián) se tomó medio siglo después, cuando ex alumnos de Filosofía y Letras se reunieron en una cena de confraternidad.

EL EJEMPLAR REINADO DE PISONCE

Por GONGORINO

Erase que era, en el monoblock de marfil y en los tiempos de Mari Castaña, había una vez una Corte, tenida como la más sapientísima y bienaventurada de los reinos de San Andrés.

Ejercía, magnánimo, el poder, en todos los dominios de Pisonce, que así se nombraba el tal reino, Su Majestad Ilustrísima RUBEN INFINITO, por la gracia de Dios y para bien de todos los mortales. Erase este príncipe un sabio, pero entre las máximas virtudes que ostentaba no estaba precisamente la luz con que los dioses habíanle iluminado; frente a esta patente e indiscutida gracia, poseía otra aún mayor y por la cual era de todos conocido: SU MANSEDUMBRE. Era este hombre tan, pero tan apacible y tranquilo que convirtió a su país en una verdadera Corte Celestial; nada, absolutamente nada alteraba su seráfica paz. Era tan admirable este prodigio, que de otras cortes sanandresinas, constantemente atacadas por el virus de la rebelión y el desorden, solían enviar a sus pupilos, infantas e infantes, a tomar ejemplo en Pisonce y, es más; a recrear sus espíritus en la contemplación y el goce de tamaña magnificencia. Allí, como lo tenemos dicho, nada turbaba el apacible silencio reinante, excepto la musicalidad de liras y las voces de las damas y pajes de aquella corte, que de vez en cuando se reunían en poéticas veladas y, también, unas cuantas horas diarias, el ruido de raquetas y pelotas de Ping-Pong, deporte muy practicado y apreciado en aquellas épocas por los filósofos y, del cual se afirmaba también, era el preferido de los querubines.

Jamás el reino de RUBEN I. fue sacudido por convulsión alguna, no hubieron nunca golpes de estado, ni noches de San Bartolomé, ni de San Juan; hasta los pequeños rencores y minúsculas hablillas cortesanas eran amigablemente esclarecidas en las anuales francachelas, que se organizaban para festejar la fecha de fundación de país tan maravilloso. Todos los mortales que tuvieron la divina gracia de vivir en este onírico reinado fueron de almas grandes y puras, única y exclusivamente consagrados a la actividad pensante y al disfrute permanente de los bienes de la cultura universal, (contaban para ello con una de las más grandes y mejor organizadas bibliotecas del mundo). El manso y sapiente príncipe, junto con todos sus excelentísimos ministros, habían logrado inculcar de manera indeleble, en las conciencias, la más absoluta y grave indiferencia hacia avatares temporales del mundano vivir.

Desde las altas montañas que rodean Pisonce, se contemplaba un amplio panorama, en él se podía distinguir a países y mundos lejanos desgarrados por horribles males; enfermedades, ignorancia, guerras, asesinatos políticos, en fin, largo sería enumerar los apocalípticos castigos que padecían aquellos valles de lágrimas.

A Pisonce nada de esto le incumbía. Vivía indemne a semejantes calamidades. Todos sus habitantes vivían felices y contentos, haciendo méritos para lograr mayor felicidad aún, ascendiendo a los predios celestiales, una vez liberados de su terrena corporalidad…

De pronto… ¡henos aquí!… cierta ocasión, cuando todos los pomposos preparativos para celebrar dignamente los 250 años de la fundación de Pisonce, estaban a punto de concluir, unos gérmenes aparecieron, ni duda cabe genuinos representantes de los espíritus del mal!… ¡con certeza absoluta elementos contaminados en el mundo que circundaba a Pisonce!… Y… todo empezó a ponerse patas arriba. 250 años de perfecta tranquilidad y de envidiable vida apacible comenzaron venirse abajo. Los entes malignos, actuaban subrepticiamente, llamándose a sí mismos Los Tábanos. Principiaron a revolverlo todo y a combatir los valores fundamentales y las verdades esenciales que sujetaban el armazón de la vida en la dichosa Pisonce.

Y… Colorín colorado, este capítulo se ha acabado.

¿Triunfarán las maléficas hidras que vinieron a turbar la paz de este reinado?… ¿Cuántos muertos y heridos habrán en las batallas?… ¿Los ministros de RUBEN I., se mantendrán todos fieles a su señor?… ¿Los pacíficos vasallos de Pisonce se dejarán arrastrar por los malditos Tábanos a la anarquía y la disolución?…

Todo esto y mucho más en el próximos capítulo de este apasionante cronicón (saldrá a la luz dentro de 250 años)

(Cualesquier semejanza o parecido de los hechos aquí relatados, con lo que pudiera acontecer en la Facultad de Filosofía y Letras de la UMSA en el siglo XX, es resultado de la más pura casualidad)