El Che, algunos datos y muchos ¿por qué?

La Razón (Edición Impresa)
Aquí y Ahora  – 11 de octubre de 2015

CHE EN CABALLO

En este octubre comienza la recta final hacia el medio siglo de un acontecimiento mundial que tuvo como escenario a Bolivia: la presencia del comandante guerrillero Ernesto Che Guevara al mando de una columna instalada en la zona del río Ñacahuasu, al sudeste del país.

Algunas pinceladas sobre el suceso son: su azarosa confrontación con el Ejército boliviano, la realización de un estrambótico juicio militar a dos de sus colaboradores (un francés y un argentino) en Camiri, su captura luego de ser levemente herido en la quebrada de El Churo el 8 de octubre, su traslado a la población de La Higuera, su asesinato junto a dos de sus compañeros en la escuelita local el 9, el traslado de su cadáver a Vallegrande y su exhibición pública al día siguiente, con la versión no creída por nadie de que había muerto en combate. A continuación, el intento de cerrar el capítulo con el anuncio, igualmente falso, de que sus restos habían sido quemados y esparcidos.

Poco tiempo después, los propios protagonistas militares confesaron por diferentes vías que se trató de una ejecución sumaria. Y 30 años más tarde sus restos fueron hallados en una fosa común junto a los de otros seis guerrilleros caídos esos días.

Dos divisiones del Ejército (la 4º y la 8º) apoyadas por la aviación y otros servicios, en total algo más de 2.000 efectivos militares, participaron en la persecución, cerco y aplastamiento final de la guerrilla. Las bajas de este lado, consignadas en el libro de Gary Prado Salmón La Guerrilla inmolada (1987) fueron 49. Dos tenientes, tres subtenientes, cinco suboficiales y clases, 33 conscriptos, un guardia policial y cinco guías civiles.

Del bando guerrillero eran 44 combatientes (23 bolivianos, 16 cubanos, tres peruanos, una argentina-alemana y un argentino-cubano). Incluyendo a no combatientes (visitantes, desertores y dados de baja), la cifra llega a 52. De ellos murieron 37, cinco sobrevivieron y rompieron el cerco, los otros diez fueron capturados o desertaron en diferentes circunstancias. Hasta aquí los datos fríos que muy poco explican y más bien dan paso a muchas interrogantes.

¿Por qué casi medio siglo después este suceso desata tantas pasiones y recrudecen las polémicas en torno a muchos aspectos que lo rodean? ¿Era válida la estrategia de abrir una especie de “tercer frente” para desviar la presión imperialista sobre Vietnam; el constante cerco, hostilidad y bloqueo sobre Cuba; y la potencial amenaza de desembarco de “marines” en cualquier país latinoamericano que tuviera un gesto autónomo, como ocurrió en 1965 en República Dominicana?

¿Esta estrategia “continental” estaba socializada y era compartida por los partidos comunistas latinoamericanos y otras fuerzas revolucionarias y antiimperialistas de la época? ¿Cómo encajaba esa estrategia en el tablero de la coexistencia (o confrontación) Este-Oeste, es decir, Unión Soviética-Estados Unidos, y en la pugna ideológica soviético-china?

¿Primaron consideraciones geográficas antes que políticas y sociales para escoger Bolivia como punto de arranque para aplicar esa estrategia continental? ¿Cuánto pesó la injerencia imperialista y el apoyo de las dictaduras vecinas para el aplastamiento precoz del brote guerrillero? ¿El asesinato del Che y sus compañeros fue una decisión propia de Barrientos y la cúpula militar o un mandato directo del poder imperial a través de la CIA, la Embajada y los asesores militares de Estados Unidos?

Creo que hay dos condiciones básicas para profundizar el debate sobre estos y otros temas que suscita la guerrilla del Che en Bolivia. Volveremos, pues, sobre el asunto la próxima quincena.