Carlos Felipe Terán: escritor y soldado

A los 19 años, antes de marchar a la guerra, era colaborador asiduo de las páginas del diario La Patria de Oruro y escribía ocasionalmente para La Razón y El Diario de La Paz, y para El Republicano de Cochabamba.

Ya en abril de 1932, con apenas 17, publicó en La Patria dos impecables traducciones de la revista francesa L’Ilustration: El vuelo del Graff Zeppelin por el Polo Ártico y L’Atlantique.

Hasta poco antes de su caída en el Chaco, publicó numerosos artículos, algunos de ellos firmados con el seudónimo «Fulano de Tal».

Carlos Felipe Terán Quintanilla nació en la ciudad de Oruro el 20 de agosto de 1915. Años antes, Felipe Terán Sosa y Adela Quintanilla Guzmán, sus padres, habían incursionado en la actividad periodística orureña en El Industrial. Adela, catalogada por el historiador José Macedonio Urquidi como una de las “Bolivianas Ilustres» en su conocido libro, poseía una sólida formación intelectual que transmitió con fervor a sus hijos, a quienes educó personalmente sin intervención de la escuela pública. Carlos Felipe debía en gran medida a su madre la brillantez con la que empezaba a figurar en la prensa nacional a una edad tan precoz que resulta difícil de imaginar.

No había hecho sino dar sus primeros pasos en el mundo literario y periodístico cuando lo sorprendió el conflicto bélico.

Ingresó al cuartel el 14 de abril de 1934, acudiendo al llamamiento de los conscriptos de 1935, es decir se presentó voluntariamente antes de cumplir la edad requerida. Partió al frente de guerra el 20 de mayo de 1934, formando parte del Regimiento Iténez. A comienzos de agosto actuó en Cañada Strongest, en el Regimiento 40 de Infantería, 2da. Compañía. Del 18 al 26 de agosto estuvo en la famosa batalla, cuando las tropas paraguayas intentaron cercar a las bolivianas. En la operación, su compañía salió sin dejar un solo hombre, a excepción del teniente Vargas Salazar que cayó prisionero por haberse adelantado con sus hombres. El dato lo proporciona Terán en una carta de fecha 26 de agosto. En esta «aventura», según expresión propia, perdió sus efectos personales y la correspondencia para La Patria y La Razón.

Por lo visto, sin dejar su puesto de soldado, Carlos Felipe se proponía continuar su labor de escritor, en tanto lo permitiesen las circunstancias. De hecho, varios de sus artículos fueron publicados cuando ya estaba enrolado en las filas militares.

Después de Cañada Strongest, permaneció en el Regimiento La Paz, 40 de Infantería, en el 2º batallón a cargo del teniente Aramayo, desempeñándose como furriel. Luego, el 25 de septiembre pasó a órdenes del coronel Peredo, como telefonista del comando, permaneciendo en ese puesto todo el mes de octubre.

La última carta a su madre es del 5 de noviembre de 1934. En ella, como es natural, trata de tranquilizarla sobre las penurias de la guerra y agradece la recepción de dos paquetes de periódicos.

Después nada más se supo de él. La prensa publicó que habría caído prisionero en el desastre de «El Carmen», pero la noticia no se confirmó. Al contrario, a los pocos días el coronel Peredo mandó a sus familiares el siguiente telegrama: «Soldado Felipe Terán Quintanilla falleció después de brillante actuación en Fortín Camacho».

Una de las más de 50.000 vidas bolivianas perdidas en la contienda chaqueña. Un pariente muerto 10 años antes de que yo naciera, al que llegué a conocer solo por sus escritos, guardados con primor por sus tres hermanas, dos de ellas mis tías y la otra mi madre. Como ellas ya no están, quise compartir con los lectores por lo menos el recuerdo de su nombre.

Carlos Soria Galvarro es periodista.