Bolivia caos en las nubes (Revista Time, febrero 1959)

(Fragmentos del artículo de la revista TIME, febrero de 1959)

Si, como se cree a menudo, el antídoto fácil y automático contra la pobreza y el atraso fuese el suministrar grandes dosis de democracia y ayuda económica norteamericana, Bolivia, país rico en minerales (3.300.000 habitantes) debería ser ahora un paraíso.

La sangrienta rebelión de 1952 convirtió a Bolivia, directamente, desde un estado de semifeudalismo en el país de la revolución social más avanzada en Sud América. Los trabajadores conquistaron un programa de seguridad social, el más completo y amplio del mundo, los indios analfabetos obtuvieron tierras y el derecho al voto, el Ejército –propenso a los golpes cuarteleros– fue abolido, y las minas, que habían enriquecido desde antiguo a los barones del Estaño, fueron confiscadas por el Gobierno. Los Estados Unidos suministraron 129 millones de dólares en ayuda durante los seis años que siguieron a la revolución –la proporción más alta de dólares yanquis en ayuda para cada ciudadano boliviano que la ayuda acordada a ninguna otra gente en ninguna otra parte de la tierra.

Hace una semana un funcionario de la Embajada Americana resumiendo los resultados dijo con un gesto: “No tenemos ni maldita la cosa para señalar como saldo positivo”. “Estamos malgastando el dinero”. “La única solución a los problemas de Bolivia”, añadió un poco jocoso “es abolir a Bolivia, y que sus vecinos se dividan el país y sus problemas”.

Allá en La Paz, cerca de las nubes (altitud 3.700 metros), dentro del hosco y gris Palacio donde una ametralladora y su tirador lo protegen constantemente, el Presidente de Bolivia, Hernán Siles Zuazo (44 años), admite: “la situación es crítica y explosiva”.

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Sólo la ayuda de los Estados Unidos ha salvado a Bolivia de la catástrofe económica. Dicha ayuda comenzó en 1953 en $us. 1.300.000.- y ahora los contribuyentes norteamericanos sufragan un promedio de 25 millones de dólares anuales, más de lo que los propios contribuyentes bolivianos pagan a su propio erario nacional. Paradójicamente, los bolivianos han exportado al exterior más de 150 millones de dólares en capital evadido.

En Bolivia se han acostumbrado ahora a esperar la remesa de Washington como cosa normal. El ministro de Hacienda Eufronio Hinojosa dijo la semana pasada: “El presupuesto de 1959 quedará perfectamente balanceado” apresurándose a añadir enseguida “contando, por supuesto, con la Ayuda Americana para cubrir el déficit del 30%”.

Resultado inevitable de esta relación de dependencia es un creciente antagonismo contra los Estados Unidos. El ministro de Relaciones Víctor Andrade, ex embajador en Washington, y ex profesor de Maniatan (en la New School for Social Research) se queja de que Estados Unidos remolonean. “Los Americanos están contestando siempre a nuestro problema diciendo: ¿Cuánto ha de costar esto? ¿Podríamos transar por 50 centavos por cada dólar? En tono indulgente y como quien perdona Andrade agrega: “Creo que todo el mal proviene de que Estados Unidos ha sido forzado a asumir el rol de líder del mundo antes de estar lo suficientemente capacitado para dicho papel. Ustedes los americanos necesitaban cierta educación preventiva antes de salir al exterior”.

Hasta el propio Siles suspira diciendo: “Si no fuera por la recesión económica de los Estados Unidos, Bolivia estaría gozando ahora de la época más feliz de su historia”. Luego dirige la mirada a los retratos de dos expresidentes que adornan su oficina, uno de ellos un suicida desilusionado y el otro un colgado por la turbamulta, y concluye amargamente. “El hombre que ocupa este despacho siente siempre la soga alrededor del cuello”.