Apuntes sobre un bicentenario

Así es como llegamos a los dos siglos, con celebraciones locales a lo largo del periodo

Recientemente se han recordado los 200 años de la declaración de la independencia de las “Provincias Unidas de Sudamérica” (con ese nombre de proyección continental nació la actual Argentina). La conmemoración oficial, bastante insípida en el contexto regresivo que vive ese país, tuvo como escenario principal la ciudad de Tucumán, donde el 9 de julio de 1816 una treintena de representantes, entre ellos algunos llegados del entonces Alto Perú, suscribieron el histórico documento.
El hecho nos sitúa en un marco histórico común, pues, con poca diferencia de tiempo, hace dos centurias que surgieron la mayoría de las repúblicas latinoamericanas. A comienzos del siglo XIX, en el inicio del proceso están los levantamientos de 1809, el 25 de mayo en Charcas, el 16 de julio en La Paz y el 10 de agosto en Quito. De ahí en más el estamento criollo, vale decir los descendientes americanos de los conquistadores ibéricos, pasaron a ser los actores predominantes, pues las rebeliones indígenas que precedieron a esta etapa, a fines del siglo XVIII, habían sido aplastadas con inaudita violencia.
Lanzados los pronunciamientos o “gritos” libertarios —en Buenos Aires el 25 de mayo de 1810— y luego de varios años de sangrientas batallas, uno tras otro fueron naciendo los nuevos Estados, contrariando los sueños de los libertadores Bolívar y San Martín de conformar una unida Patria Grande. Así es como llegamos a los dos siglos, con celebraciones locales a lo largo del periodo; ya se sabe que a Bolivia le toca el 6 de agosto de 2025.En las deslucidas celebraciones de estos días se advierten algunos rasgos de lo que está pasando en Argentina. La ausencia de una vigorosa participación popular, dado que la población soporta rudos “tarifazos” y masivos despidos. Tampoco estuvieron ninguno de los seis expresidentes argentinos, simplemente no fueron invitados por el temor a que le robe el escenario a Macri; pero sí aparecieron sospechosamente algunos exmilitares golpistas “carapintadas”.

No asistió ningún jefe de Estado ni de América Latina ni de ninguna parte, pese a las insistentes invitaciones, solamente el exrey trucho Juan Carlos, frente al cual Macri se sinceró reflejando lo “angustiosa” que para algunos había sido la separación de España. Remató los actos con un intrascendente discurso, destinado en gran parte a justificar las medidas antipopulares de su gobierno y a reforzar su principal plataforma de sustentación mediático circense, los escandalosos casos de corrupción de funcionarios del gobierno anterior. En efecto, “Macri no estaría de presidente si el kirchnerismo no le hubiera regalado en bandeja sus corruptelas”, nos dice un amigo argentino.

Con todo, en las muchas presentaciones artísticas al aire libre, se pudo observar el fervor con el que la gente entonó sus himnos patrios. Pese al obvio énfasis sobre el componente cultural europeo de las celebraciones oficiales, no pudieron ignorar totalmente el afluente nativo. Y especialmente los bolivianos, y descendientes de bolivianos que no son pocos, vibraron de emoción al escuchar la canción dedicada a Juana Azurduy y la música del norte, la andina y la chaqueña, que tanto nos identifica.

Otro motivo de satisfacción, en la edición del 9 de julio del periódico La Nación, un expresidente de la Academia Nacional de Historia recuerda la posición radicalmente republicana de Vicente Pazos Kanki, el aymara ilustrado tan injustamente olvidado aquí y allí, opuesto a las tendencias monárquicas predominantes en las primeras horas del proceso emancipatorio. Para tenerlo en cuenta, ¿verdad?.